Ser un buen amigo, ser amigos de los amigos, es uno de los grandes reconocimientos que aspiramos en la vida. Y en mi época, el lugar para reunirse era en los bares o los cafés.
Sin lugar a duda de a poco los bares, los cafés o cafetines empezaban a darle identidad a ese público y al barrio, con el tiempo a los transeúntes que descubrían la vida. También se sumaron, intelectuales, artistas y escritores.
El Café o el Bar comenzaba a trazar una línea que llega hasta el día de hoy, en algunos bares donde se repiten esas reuniones en las cuales se enumeran, cuestionan y debaten las soluciones individuales que parecen tener para casi todos los temas…
Pero por el mil novecientos en Buenos Aires uno de los visitantes a los bares y cafés era Enrique Santos Discépolo quien dio una clara descripción al escribir «Cafetín de Buenos Aires» contando cómo el café formaba parte de la vida y tal vez de la historia de una persona.
«Cafetín de Buenos Aires» con música de Marianito Mores y las interpretaciones de grandes cantores como Hugo Del Carril, Argentino Ledesma, Virginia Luque, Enrique Dumas, Susana Rinaldi, pero la interpretación tan sentida como la de Edmundo Rivero, ó «El Polaco» Roberto Goyeneche hicieron que se convirtiera en un clásico del Tango, y que al escucharlo uno no pueda dejar de transportarse e imaginarse ese momento.
Ese precioso arte, cuando el poeta escribe: “Me diste en oro un puñado de amigos”… la magistral pluma de Discépolo en “Cafetín de Buenos Aires”.