Frente al mar, frente a Dios…
La introducción de ésta hermosa versión con el bandoneón de Pichuco y la bella voz de Roberto Rufino, es el sonido del mar… un sonido que siempre me conmueve, como la pluma de Idea Vilariño y «El Mar»…
«Tan arduamente el mar,
tan arduamente,
el lento mar inmenso,
tan largamente en sí, cansadamente,
el hondo mar eterno.
Lento mar, hondo mar,
profundo mar inmenso…
Tan lenta y honda y largamente y tanto
insistente y cansado ser cayendo
como un llanto, sin fin,
pesadamente,
tenazmente muriendo…
Va creciendo sereno desde el fondo,
sabiamente creciendo,
lentamente, hondamente, largamente,
pausadamente,
mar,
arduo, cansado mar,
padre de mi silencio»…
«Cuando mis pensamientos están ansiosos, inquietos y malos, me voy a la orilla del mar, y el mar los ahoga y los manda lejos con sus grandes sonidos anchos, lo purifica con su ruido, y impone un ritmo sobre todo lo que en mí es desorientado y confundido», nos lega la pluma de mi admirado Rainer Maria Rilke.
«Este silencio, blanco, ilimitado, este silencio del mar tranquilo, inmóvil», me dice la pluma de Eliseo Diego.
Me viene a la mente la sabia pluma de Henry Beston, quien me lega: «Los tres grandes sonidos elementales en la naturaleza son el sonido de la lluvia, el sonido del viento en un bosque primitivo y el sonido del océano en una playa»…sin dudas los más bellos, los más evocadores.
Fabrizio Caramagna me recuerda bellamente que «Pocas personas son capaces de venirte a buscar adonde estás verdaderamente. Por eso amo el sonido de las olas. Ellas siempre saben donde estás».
Al igual que al recordado Jacques-Yves Cousteau, para mí «Tras el instante mágico en que mis ojos se abrieron en el mar, no me fue más posible ver, pensar, vivir como antes». Todo fue distinto… me colmó mis ojos de poesía.
«Pero, sobre todo, el mar llama. Lo descubrirás. Es lo único que hace, en el fondo: llamar. No se detiene nunca, te entra dentro, se te echa encima, es a ti a quien quiere. Puedes disimular, no te sirve de nada. Seguirá llamándote. Este mar que estás viendo y todos los otros que no verás, pero que estarán siempre al acecho, pacientes, un paso más allá de tu vida. Los oirás llamar infatigablemente. Sucede en este purgatorio de arena. Sucedería en cualquier paraíso, y en cualquier infierno. Sin explicar nada, sin decirte dónde, habrá siempre un mar que te llamará», me comenta Alessandro Baricco.
Ay, la pluma de Charles Baudelaire que ahora me grita…
«¡Hombre libre, tú siempre has de querer al mar!
El mar es el espejo donde tu ser se mira
En la onda que hacia lo infinito se estira
Y de ese amargo abismo tu alma está a la par».
«El Mar» me regala la preciosa pluma de Rafael María Baralt…
«Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena
besas rendida al pie de tu muralla,
o si bramas furioso cuando estalla
la ronca tempestad que al mundo atruena.
¡Cuán majestuosa y grande si serena!
¡Cuán terrible si agitas en batalla,
pugnando por romper la eterna valla,
con cólera de esclavo tu cadena!
Tienes, mar, como el cielo, tempestades;
de mundos escogidos, prodigiosa
suma infinita que tu mole oprime.
Y son tu abismo y vastas soledades,
como imagen de Dios, la más grandiosa;
como hechura de Dios, la más sublime».
Mientras mi alma anhela tanto el mar, el tango «Frente al Mar» va terminando, pero me deja toda la preciosa poesía de Rodolfo Taboada y toda la bellísima música de Marianito Mores… me deja el alma colmada de mar…