«Unos soldados hablan en voz muy queda;
se desperezan otros que dormitaban;
otros miran al cielo velado; tiemblan
de frío y se arrebujan luego en sus mantas.
Ladra al silencio un perro como alma en pena;
y agorero a lo lejos un gallo canta;
van corriendo las nubes y el sol empieza
a sonrojar los lindes de la distancia.
Un vapor tenue humea de la llanura
y en la bruma de un valle duerme un villorrio.
Lívidos los soldados, las caras sucias,
del alba a los plomizos, tristes reflejos,
sorprendidos se miran unos a otros:
¡no saben si están vivos o si están muertos!»
El terrible testimonio de lo que significa una guerra, en la precisa plumar de éste poeta, narrador, dramaturgo, periodista, crítico literario y diplomático hispano-cubano, nacido en Cárdenas (Cuba) en 1862 y fallecido en Biarritz (Francia) en 1921: Emilio Bobadilla, con «El despertar de la trinchera».
Me quedo con la frase de Dwight D. Eisenhower «Odio la guerra, ya que sólo un soldado que la ha vivido, es el único que ha visto su brutalidad, su inutilidad, su estupidez».