El 23 de Mayo de 1992, en Nimes, Francia, se apagaba una figura fundamental de la cultura argentina del siglo XX: Atahualpa Yupanqui.
Tenía 84 años. Llegó al mundo como Héctor Roberto Chavero, en las afueras de Pergamino, en 1908.
Hoy se cumplen veinte años de su muerte y su obra, alejada de los guiños de la industria, permanece intacta en el imaginario colectivo.
La resonancia antigua e indígena de la guitarra, la sencillez de las coplas, la belleza austera, las progresiones armónicas y los arpegios pesados trazaron el perfil del artista.
“La añera”, “Camino del indio”, “Zamba del grillo”, “Luna tucumana”, “Guitarra, dímelo tú”, entre tantos otros temas de su autoría, invitan a desentrañar la distancia que se insinúa entre lo popular y lo masivo, entre la sencillez y el verso moldeado para el mercado.
Su técnica, su poética y su valor fundacional en la evolución de la música popular lo convirtieron en la figura por excelencia del tradicionalismo folclórico; pero el vigor de su gesto artístico fue suficiente para sepultar toda categoría de frontera.
Sus cenizas fueron esparcidas en Cerro Colorado… su legado, inmortal.