Este mensaje es de Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, más conocido como George Santayana, de su libro «La razón en el sentido común» , el primero de los cinco volúmenes de su obra «La vida de la razón». Esta frase sería tan conocida que llegaría al campo de concentración de Auschwitz, donde permanece a la entrada del bloque número 4.