Se dice que la principal aportación de Isadora Duncan al arte de la danza fue la de haber recordado la belleza del movimiento simple, ya que es mejor que toda la riqueza de la técnica del ballet si ésta nos obliga a sacrificar la gracia, la expresividad y la belleza, en un nuevo natalicio (1877) suyo. Pero estos escritos que nos dejó la genial coreógrafa van más allá. Duncan nos deja aquí un legado de ideas centradas en una nueva reflexión sobre el arte, la mujer y la sociedad directamente emanada de la experiencia del cuerpo. Los escritos sobre danza de Isadora Duncan constituyen una de las más brillantes reflexiones de una coreógrafa sobre su trabajo. Su valor se acrecienta si tenemos en cuenta que fue precisamente Duncan quien, con mayor consciencia y decisión que Loie Fuller o Ruth St. Denis, convirtió la danza libre, no basada en los códigos de ballet, en un arte.“Wagner es el hombre que más se ha acercado a lo que debe ser el músico de Danza, pero en él la música lo absorbe todo. Ciertamente, constituye una ofensa, desde el punto de vista artístico bailar esa música, pero yo lo he hecho por necesidad, porque esta música despierta la Danza que estaba muerta, despierta el ritmo. He bailado bajo esta música, dejándome llevar como una hoja por el viento.” El arte de la danza y otros escritos, Isadora Duncan. Su concepción artística fue transformada en una fuerza de la naturaleza que afectó a artistas de todos los campos. En la danza puede considerarse como la responsable del nacimiento de la danza moderna. Fokine debió de sentirse muy impresionado por ella y, posiblemente, también influyó en Nijinski. Los escritos forman un corpus que refleja su auténtico, y a veces confuso, pensamiento, de una profunda base poética y que aspira a una renovación de la expresividad y, con ella, de la técnica del baile. Estamos ante el testimonio de una de las grandes mujeres del siglo XX. Los escritos sobre danza de Isadora Duncan constituyen una de las más brillantes reflexiones de una coreógrafa sobre su trabajo. Su valor se acrecienta si tenemos en cuenta que fue precisamente Duncan quien, con mayor consciencia y decisión que Loie Fuller o Ruth St. Denis, convirtió la danza libre, no basada en los códigos de ballet, en un arte. El arte de la danza, tal como fue definido y defendido por Duncan, nació al mismo tiempo que el teatro alcanzaba su autonomía respecto al drama y se convertía, en términos de Gorden Craign, en arte del teatro. Duncan desempeñó en la historia de las artes escénicas del siglo xx una misión fundadora, similar a la de Craig. De sus escritos sobre danza no nos han quedado ejemplos vivos, tal como a ella le habría gustado; tampoco fórmulas creativas, ni indicaciones técnicas, ni propuestas metodológicas. Su legado hay que buscarlo más bien en la vitalidad de las ideas que estos textos nos transmiten: la reivindicación de la danza como arte; el descubrimiento del cuerpo libre en conexión con el ritmo de la naturaleza; la vinculación entre la liberación corporal, la personal y la social (de la mujer / del oprimido); la interpretación de amor y creación, y la búsqueda en la literatura, la filosofía y la ciencia de un pensamiento que sirva de base para la formulación de una nueva reflexión sobre el arte, la mujer y la sociedad directamente emanada de la experiencia del cuerpo.