Gracias, Alejandro Celma!!!

«La búsqueda de la felicidad, a la que todos tenemos derecho, es algo inherente a la esencia misma del ser humano. Este ideal se sitúa por encima del tiempo, la distancia, la historia de las civilizaciones y las diferencias culturales. Como los antiguos alquimistas, todas las personas debiéramos estar en permanente búsqueda de aquella esencia última que nos permita llegar al utópico y casi siempre inalcanzable estado de felicidad, intentando deshacernos, poco a poco y a medida que pasan los años de nuestra vida, de aquellas cargas que nos lastran inútilmente.

La poesía china, por sus especiales características, nos muestra unas enseñanzas cargadas de sabiduría y que sirven de brújula en esta permanente búsqueda de felicidad del ser humano. Los grandes poetas chinos han sido verdaderos maestros a la hora de recoger en verso la esencia de los temas de la existencia humana: el amor, la amistad, la lealtad, la búsqueda de ideales, el disfrute de la libertad, la unión del ser humano con la naturaleza o el continuo peregrinar de la existencia en la búsqueda de la necesaria paz interior.

La naturaleza de estos temas es la que se refleja básicamente en los poemas que se presentan a continuación. A través de ellos se descubre que la poesía china es una auténtica “poesía del alma”.

En el instante mismo de sumergirnos en un texto de poesía clásica china nos sentimos atrapados por una red etérea, volátil y delicada que nos envuelve y que eleva nuestro espíritu y a través de la que recibimos, con generosidad, una auténtica satisfacción íntima, sosiego espiritual, reposo, concordia y reconciliación entre nuestra mente y el mundo que nos rodea y que sólo puede describirse cuando uno se siente verdaderamente identificado y en primera persona con los sentimientos y la sensibilidad del autor.

No se trata, por extraño que parezca en un principio, de una poesía críptica o difícil de asimilar. Muy al contrario, es una poesía escrita en la mayoría de las ocasiones por y para el pueblo.

No hay que olvidar que, además de los grandes iniciados que declamaban sus poemas en la Corte de los Emperadores, en la antigua China y en las múltiples dinastías que fueron sucediéndose en el tiempo cualquier joven, que aspirara a un simple cargo de funcionario, debía demostrar sus habilidades poéticas como un complemento indispensable para acceder a una vida laboral con cierto reconocimiento social y con garantías seguras de promoción profesional posterior.

De la enorme cantidad de poemas chinos que se conservan, son tal vez los que reflejan estas vivencias los más sugerentes para el atribulado ser humano de hoy en día, aquellos con los que quizás uno más identificado se siente y a los que en este texto vamos a prestar especial atención.

Leamos ya, sin mayor dilación este primer poema anónimo para empezar:

LUGAR SECRETO

Al fin puedo avanzar por la ignorada senda
hacia la luz del monte, hasta un lugar secreto,
en el que hay una cabaña oculta al pie de una cascada,
donde duermen las horas y los viejos árboles,
y un aire astuto arranca de sus copas
sollozos y lamentos de alegría.
Por fin he llegado, libre de los caminos que me retuvieron.
Allí, se oye el silencio,
que levemente, mueve las ramas azuladas cielo arriba;
alienta conjuros en las hojas y silba resplandores en las cumbres.
Una estela de nieve me llevará hasta el bosque y contemplaré la luz del día; sólo,
libre la memoria de otros recuerdos,
ardiendo en figura de nieve frente al sol,
cuando amanezca…

El deseo del autor de llegar al fin a un retiro oculto en las cumbres. De permanecer allí, de olvidarse de antiguos y equivocados caminos.

El valor del silencio, de la vida contemplativa en soledad, de liberarse de viejos recuerdos. De “arder” a una vida nueva, a un nuevo amanecer…

Pero sigamos ahora, embebidos ya con la magia de este primer poema chino, con otro de Li Yen Nien, del que desconocemos sus datos biográficos, un texto igualmente “taoísta”:

DICHA DE LA MEDITACION

Lánguidamente, en brazos de la brisa
me llegan aromas de casia y pino.
El frío esplendor de la laguna,
baña el pórtico del templo.
En la falda de la quietud,
sentado está el ermitaño
que vuela a mundos lejanos.
Para él, todo sonido es silencio
y no hay nada más en absoluto.
Solo un frescor que todo lo penetra…

La vivencia del equilibrio emocional, a través de una tercera persona, en este caso un monje anónimo, que el autor se encuentra casualmente buscando quizás él mismo esa anhelada paz. La descripción del paisaje en este breve poema, es especialmente sugerente.

Para Zuo Si (…306 D.C) nuestro tercer poeta elegido, sólo la contemplación, los sonidos y el frugal sustento que encuentra en su retiro, son más que suficientes para alguien definitivamente “cansado” de su vida anterior:

CONVOCANDO AL RECLUSO

No hacen falta cuerdas ni instrumentos de viento,
cuando las aguas de la montaña
nos regalan sus prístinas notas.
¿Por qué molestarme en cantar o andar silbando,
cuando los frondosos árboles murmuran su canción al viento?
Los crisantemos son comida suficiente para mí,
las orquídeas suficiente adorno,
mis pies están cansados de tanto vagar
y quisiera deshacerme de mi sombrero de Oficial para siempre.
Ya no creo en nada.
¿Fue Ta Chie o Han San los que dijeron:
“Tantos que se llenan la boca alabando
la vida en las montañas…
pero qué pocos veo que lo dejen todo
y se instalen a vivir por aquí”…?

En este poema de Sun Cho (314-371 D.C.)se produce la misma coincidencia de sentimientos y deseos.

Una vez más, la descripción exacta y sugerente de la naturaleza que prepara al lector para el mensaje final, verdadero objeto del poema:

UN DIA MELANCÓLICO DE OTOÑO

Es un día melancólico de mediados de otoño,
un viento arremolinado gime
y las revueltas nubes galopan en la tormenta.
Cuando se vive en la montaña,
se sienten los cambios estacionales.
Lejos del hogar,
el viajero canta una canción.
De las altas cumbres,
cuelgan espesos bosques de árboles desnudos.
El rocío empapa el jardín
y gruesas hojas son arrastradas por el viento.
Dejé crecer mis raíces en estos bosques salvajes
y mis amistades están por fin, lejos del mercado o la Corte.
Mi corazón, antes apesadumbrado,
deja ahora de llevar aquella pesada carga…

Tao Yang Ming (372-427 D.C.) es un verdadero ejemplo de poeta místico, unas veces como peregrino, en otras deseando su regreso al hogar y, en cualquier caso, siempre en permanente búsqueda.

Algunos autores nuestros lo consideran como “el Fray Luís de León chino”. Les dejo algunos de sus poemas:

ESCRITO AL PASAR POR QUÉ

Crecí ajeno al mundo de los hechos,
dedicado de corazón a los libros y al koto*.
Vestía ropas toscas, feliz y satisfecho,
vacío de ambiciones, pero siempre en paz.
Un día, sorpresivamente el momento llegó,
lo dejé todo y me encontré en el camino.
Preparé mi bolsa por la mañana,
cogí mi cayado y abandoné mi granja.
Lejos, lejos va el bote solitario,
sin fin, sin fin mis cavilaciones pensando en el regreso.
¿Que si ha sido largo mi viaje?…
He bajado y subido colinas por miles de millas.
Mis ojos, están agotados de tantos ríos y caminos desconocidos;
mi corazón anhela retornar a aquellas antiguas colinas y lagos.
Contemplo las nubes y me mortifican las aves lejanas,
miro las aguas y me avergüenzan los errabundos peces.
Desde el principio, el ideal de búsqueda verdadero se mantuvo en mi pecho
¿Quién dice que me dejo llevar por las formas exteriores?
Por ahora sólo seguiré el curso de los acontecimientos
y, al fin, deseo retornar a la choza del maestro recluso.

koto: Instrumento musical tradicional de cuerda de origen chino.

DE VUELTA AL CAMPO

Nunca fui como los demás,
ya de pequeño me gustaban las colinas y montañas.
Por un descuido caí en la red del polvo
y sin darme cuenta pasaron trece años.
El pájaro en la jaula, extraña el bosque,
el pez en el estanque, anhela las profundidades.
Yo he recorrido todo el país
y por fin, he regresado al jardín de mi infancia.
Desmonté un terreno al Sur y vivo rústicamente,
he vuelto a mi tierra.
Mi finca tiene seis hectáreas y mi casa ocho o nueve habitaciones.
Olmos y sauces dan sombra en la galería trasera
y varios melocotoneros y ciruelos verdean en el jardín de enfrente.
Lejano, tras la bruma, se divisa un caserío;
el humo de sus chimeneas se divisa a lo lejos.
Los perros ladran en lejanas sendas
y los gallos cantan trepados en las moreras.
Detrás de mi puerta todo se refleja ordenado y limpio.
Las habitaciones albergan paz y sosiego
y después de tanto tiempo en la trampa,
estoy de vuelta al fin, al lugar donde nací.
Me place quedarme aquí el resto de mi vida.
Por fin me he encontrado a mí mismo…

EN LA QUIETUD DE LA MAÑANA

En la quietud de la mañana alguien llama a mi puerta.
Me pregunto quién ha venido tan temprano de visita.
Es un campesino que me trae una jarra de vino
y una sopa de arroz, creyendo que vivo como un mendigo.
“Vistes con andrajos bajo un techo de paja,
y no pareces desear mejor suerte.
El resto de los humanos ambicionan mucho más que tú,
¿por qué no aprendes también a revolcarte en su fango?».
Yo en calma, le contesto: “Anciano, agradezco tus consejos,
pero mi alma no está forjada como la de los demás.
Podría aprender a seguir sus surcos, pero faltar a la Verdad
no haría sino conducirme a la confusión.
Bebamos y disfrutemos del vino que me has traído,
mi suerte está echada y no hay nadie que pueda cambiarla”…

Tao Chien (Siglo IV) siente un día las tentaciones de una placentera vida en la Corte Imperial, aunque en el último instante sus viejos principios deciden por él:

TREINTA AÑOS HE VIVIDO EN EL RETIRO

Treinta años he vivido en el retiro
y estuve así separado del mundo.
Viví con mi poesía y con mis libros,
en medio de los árboles y de mi huerto,
libre de vanidades.
¿Por qué tendría que abandonar todo esto
y marchar allá lejos, a Ching Chu?
Los remos hendían el agua,
bajo una pálida luna de otoño.
Llegué a la orilla del río
y me despedí de mis amigos.
Una brisa helada se levantó mientras caía el día.
En el crepúsculo, el paisaje era diáfano y delicado.
¡Qué grandioso y brillante este delicioso lugar,
centelleando sobre las rápidas aguas del río!
Al pensar en el viaje, el sueño huye de mí
y, en medio de la noche, me levanto sobresaltado.
¡ No amigos míos, el canto de Sang no es para mí;
mi corazón añora la soledad del campo !
Me arranqué el gorro con borla de jade
y volví a mi casa.
No deseo cargos oficiales;
solo quiero cultivar mi verdadero YO bajo un techo de paja
y dejar tras de mí, un nombre limpio…

Para Chiu Wei (Siglo VII) la visita fallida a un ermitaño amigo le sirve para reflexionar sobre el sentido último de su retiro:

EN BUSCA DEL ERMITAÑO DE LA COLINA OCCIDENTAL

Sobre la distante cima del monte hay una cabaña;
un sendero serpentea treinta lí *hacia lo alto;
llamo a la puerta pero ningún criado responde;
echo una ojeada y sólo veo una mesa y un banco.
Quizá fuiste de paseo en tu silla de mano,
o estarás pescando en las aguas otoñales.
Como golondrinas que viran y se sumergen
nos cruzamos sin llegar a toparnos.
Con propósito firme permanezco mirando fijamente al cielo.
La hierba se ha vigorizado con la lluvia reciente.
Al atardecer, junto a tu ventana suspira el viento en los pinos.
Me detengo allá y me siento lleno de paz y tranquilidad.
La visión y el sonido aguzan el ojo y el oído.
Aunque no hay huésped ni anfitrión
he captado el significado de tu filosofía.
Cuando el éxtasis se hubo extinguido,
descendí de la montaña.
Ya no era necesario aguardar tu llegada…

*li: medida de longitud utilizada en la antigua China equivalente a medio kilómetro.

Wang Wei ( 701-761 D.C), otro de los legendarios poetas de la época Tang, fue además un brillante pintor y músico.

Este poema refleja a la perfección el modo de vida de los adeptos al Tao:

OFREZCO DE COMER A LOS MONJES
DEL MONTE DE LA CALDERA VOLCADA

Esta tarde comprendí la doctrina pura y clara.
Cada día que pasa, me alejo más de las multitudes.
Hoy, mientras limpio mi cabaña,
espero a los monjes de la montaña lejana.
Vienen mis amigos de las cumbres cubiertas de nubes
a visitar esta humilde morada.
Cuando llegan, nos sentamos en la hierba,
quemamos incienso y leemos los libros del Tao.
En el crepúsculo, encendemos lámparas
y cantamos sutras, mientras avanza la noche.
En aquel momento comprendí,
que en la quietud reside el gozo;
esta vida me ofrece una paz abundante y duradera.
¿Por qué me atrae tanto la idea de retirarme?
La vida del mundo es para mí, como el vacío…

De nuevo Wang Wei, en este nuevo texto, describe cuidadosamente un paisaje que prepara al lector para asumir el mensaje final del poema, objeto último y trascendente de la obra para su autor.

Este esquema narrativo en el que el poeta crea una atmósfera previa, evocadora, casi siempre relacionada con una descripción meticulosa del medio natural que sus ojos observan y que predispone al lector ante el mensaje sustancial que al final le quiere transmitir, es característico de los poemas de la China clásica:

CAE LA TARDE

Cae la tarde sobre el jardín del monasterio.
Por la ventana se ven los árboles difuminados por el crepúsculo.
Los leñadores vuelven a casa cantando por los campos.
El cántico de los monjes, les responde desde el bosque.
Los pájaros acuden buscando los charcos de rocío, ocultos entre las flores.
Más allá de los bambúes, alguien está tocando la flauta.
Aún no soy viejo,
pero esta vida de ermitaño
ha cautivado mi corazón…

Li Po (701-762 D.C.) fue quizás el más grande de todos los poetas de la historia china. Su carácter bohemio, rebelde, hábil con la espada y bebedor empedernido crearon en él una imagen legendaria jamás alcanzada por ningún otro autor.

Se decía que su mayor diversión era escribir poemas para luego ver como se los llevaba la corriente del río. Fue poeta de la Corte Imperial, pero por su carácter indomable no permaneció allí más de dos años, siguiendo una vida errante el resto de su vida, lo que ha contribuido a crear este aura mítica a su alrededor.

El poema que sigue es quizás uno de los más aclamados en la historia de la poesía china y representa un verdadero canto a la pura, genuina e incontestable libertad a la que todo ser humano, de esta u otra forma libremente escogida, debiera siempre aspirar:

CONVERSACION EN LA MONTAÑA

Me preguntas por qué vivo
en las colinas verde jade.
Yo no contesto,
sonrío sin responderte, sosegado el corazón.
Caen las flores, corre al agua,
todo se va sin dejar huella.
¡Qué fascinante la flor del melocotonero
flotando en la corriente, hacia cielos y tierras
que no son de este mundo!.
Este es en fin, mi Universo,
diferente al mundo de los hombres…

Li Po dio una importancia extraordinaria al valor de la amistad, muy especialmente cuando aquellos amigos llevaban la misma existencia libre, solitaria, bohemia y sin apegos mundanos, que a él siempre le cautivó. Los dos poemas que siguen son un claro ejemplo de ello:

ALGUNAS PALABRAS DIRIGIDAS
A MENG HAORAN

Aprecio a mi amigo Meng.
Su arte y su fama,
las conocen todos los humanos.
De rosadas mejillas,
renunció al carruaje del mandarín.
De cabellos canos,
descansa entre pinos y nubes.
Como los antiguos,
sabe embriagarse con la luz de la luna.
Prefiere las flores
y no le gusta servir a los emperadores.
¿Cómo es posible ascender
a tan altas cumbres?
Sólo puedo expresar
mi admiración por su pureza…

A MI AMIGO YUAN DUANQUIU
QUE MORA EN LA MONTAÑA

Moras en la Montaña de Levante
deleitándote con la belleza del paisaje.
Desde tu lozana primavera,
te acuestas en la solitaria selva
y duermes todavía cuando el sol ya calcina.
Las mangas de tu túnica se limpian
con la brisa de los pinos.
Tu corazón y tus oídos se purifican
con el arroyo que serpentea entre peñas.
¡Cuánto te envidio!
Alejado de rumores y contiendas,
reposas con una nube diáfana
sobre tu cabeza.

Tu Fu (712-770 D.C.) fue contemporáneo y amigo personal de Li Po, aunque no compartió el ideal feroz y espontáneo de éste. Su poesía es un reflejo de la realidad social de la época, siempre en el sentido de la denuncia de las injusticias, de los horrores de la guerra, del desprecio a la soberbia, la vanidad y el lujo de la Corte Imperial y del ideal de vida en paz, a pesar de que la turbulenta época que le tocó vivir ( la rebelión de An Lu-Shan) le hizo llevar una vida extremadamente penosa.

En este poema se refleja el mismo sentimiento de búsqueda de la paz interior, en este caso para él lamentablemente negada durante la práctica totalidad de su vida:

ESCRITO EN EL MURO
DE LA ERMITA DE CHANG

Es primavera en las montañas.
Vine solo en tu busca.
Entre las crestas silenciosas
oigo el eco de las hachas: están talando árboles.
Los arroyos siguen helados todavía.
Hay nieve en el sendero.
Bajo un sol indeciso
llego a tu choza, colgada entre dos rocas.
Nada pides, nada esperas.
No ves siquiera el halo que te envuelve,
vaga luz de oro y plata,
manso como los ciervos que has domado.
¡Quiero olvidar el camino de regreso,
ser como tú, flotar,
como una barca sin remo, a la deriva!

En los siglos posteriores y como ejemplo de los poetas de la Dinastía Song (960-1279 D.C.), el segundo periodo más fructífero de la historia de la poesía china, leamos estos dos poemas basados en los mismos principios en los que he insistido con anterioridad: la búsqueda del sentido último de la vida, de nuestro paso por este mundo, el rechazo de la superficialidad, la ambición, la vanidad como causas de desgracia, de insatisfacción, de infortunio y en definitiva, de infelicidad:

CUANTAS GENTES CORREN

Cuantas gentes corren tras la riqueza,
sin tomar reposo.
Toda la noche hacen sus cuentas
y durante el día galopan.
Pasan la vida en un constante anhelo,
lleno de fatigas.
No saben que sobre su techo,
el cielo permanece azul…

Tai Fu Ku (Siglo XII)

CANTO DEL BARQUERO

La cúspide del poder
a la que aspiran los humanos
es ser príncipe o rey,
con fama, gloria y comodidades,
pero sin libertad.
Yo prefiero algo mejor:
tomar una barquilla,
disfrutar de la luna
y cantando alto al viento,
alejarme de este mundo…

Guan Zhongji (Siglos XIII-XIV)

He hecho hincapié hasta ahora en aquellos aspectos de la poesía china que se refieren especialmente a la búsqueda de la felicidad en la vida a través de unos valores muy concretos y sobradamente expresados en estos poemas previos, pero dejadme que me despida con algunos otros en los que los autores basan este ideal en aspectos mucho más mundanos, más relacionados con la realidad de la cotidianeidad diaria, más alejados de los elevados principios, del retiro a las altas cumbres o del deseo del encuentro del Yo Interior a través de una vida errante.

Entre ellos destacan, cómo no, temas como el amor, los afectos, el disfrute de la amistad, de la buena comida, etc.

Les dejo unos buenos ejemplos de ellos escritos algunos por auténticos maestros y otros probablemente por personajes mucho más cercanos al común mortal de la sociedad china de la época:

AL ALBA A TRABAJAR

Al alba, a trabajar,
al crepúsculo, a descansar.
Bebo en un pozo que excavo.
Como de los campos que aro.
¿El Emperador y su poder,
qué son para mí?

Anónimo

CORTANDO JUNCOS

Un niño y una niña
son enviados a cortar juncos
para construir un tejado.
Juncos verdes de rojizos brotes,
largas hojas que se doblan al viento.
Niño y niña, juntos en la misma barca,
cosechando juncos en los Cinco Lagos.
Comienzan al alba desde la Isla de las Orquídeas,
descansan bajo los olmos hasta el mediodía.
Cuando llegó la noche,
no habían cortado ni un puñado…

Anónimo (Siglo IV)

EL SOL ENROJECE EL HORIZONTE

El sol, enrojece el horizonte.
Desesperado, fijo la mirada
en la senda que se aleja.
¡Oh mi amor, ven deprisa,
que el día se nos acaba!

Cao Pi (187-226 D.C.)

NENÚFARES EN FLOR

Los nenúfares están en flor en el Gran Río
y brillan, purpúreos, en el agua verdosa.
Su color es el mismo
que el de nuestros corazones.
Sus raíces se alejan.
Las nuestras son inseparables…

Emperador Wu de Liang (503-551 D.C.)

EL RECOGEDOR DE LEÑA

Se va a la montaña a recoger leña,
en el bosque frondoso, inextricable.
La arranca de los troncos caídos,
de las ramas que se atraviesan por el camino.
El sol se pone, pronto anochecerá.
El viento de la montaña agita su ropa.
Con el haz al hombro, se pone a cantar.
A lo lejos, en el valle,
se eleva el humo de las casas…

Meng Haoran (689-740 D.C.)

VISITO LA ALDEA DE UN AMIGO

Un viejo amigo preparó un pollo
y un budín de mijo
y me invitó a comer a su casa de campo.
Verdes árboles circundan su cortijo.
Los cerros azules
descienden a lo lejos.
Frente a una ventana abierta
el vergel sale a mi encuentro.
Bebemos vino y charlamos
sobre las moras y el lino.
Espérame querido amigo
hasta la novena hora de la novena luna.
Volveré de nuevo para saborear
tu vino de crisantemo…

Meng Haoran

CANTO A LOS OCHO DIOSES DEL VINO

Una jarra de vino te inspira cien poemas
y duermes ebrio en una taberna.
Aunque te llama el soberano,
rehúsas acudir a la audiencia
y le contestas:
“Perdón, Majestad.
Lo siento. No puedo.
¡ Yo soy el Dios del Vino !…

Tu Fu (Dedicado a su amigo Li Po)

A MI GRAN AMIGO YUAN CHEN

Desde que abandoné mi casa
en pos de una posición oficial,
he vivido siete años en Changán.
¿Qué he ganado? Sólo a ti, Yuan.
¡ Qué difícil es conseguir una sólida amistad!
Hemos rondado a caballo bajo los árboles en flor,
juntos hemos caminado en la nieve
y nos hemos calentado el corazón con vino.
Nos hemos encontrado y despedido en la Puerta del Oeste
y ninguno de los dos se preocupó
por ponerse sombrero o cinturón de funcionario.
No nos presentamos juntos al examen,
no servíamos en el mismo Departamento de Estado.
El lazo que nos uniera es más profundo que las cosas externas.
¡Los ríos de nuestras almas nacen del mismo pozo!…

Bai Juyi (772-846 D.C.)

Sirva pues, y para concluir, esta pequeña recopilación de poemas chinos para hacernos una idea de la grandeza de aquella cultura milenaria, de la extraordinaria sensibilidad y sencillez al mismo tiempo de sus textos y de su cercanía en el tiempo, a pesar de los siglos transcurridos.

Los temas tratados en estos antiguos poemas chinos presentan dos aspectos fascinantes y que se repiten de forma constante: su actualidad y su universalidad. Todas las culturas y en todos los momentos de su larga existencia han buscado el ideal de la felicidad y hay un aspecto especialmente cautivador en los poemas chinos que os hemos presentado.

¿Por qué está presente de forma tan reiterada esta utopía de búsqueda del bienestar a través del contacto directo con la naturaleza? Es cierto que muchos de los poemas están influidos por los pensamientos taoístas del retiro, la meditación, la espiritualidad y la paz interior sólo alcanzables en soledad y comunión con el medio natural, pero ¿quién es capaz de negar que ese mismo ideal de búsqueda no es algo que esté presente hoy en día en nuestras sociedades?

En cualquier caso estamos convencidos de que la paz interior, la superación de las enfermedades del alma, de las angustias que atenazan nuestro espíritu, pasa por recuperar parte de ese acervo genético común que hemos perdido, por volver periódicamente a casa de aquella madre que nos vio nacer y que nunca nos abandona.

Como despedida les dejo este poema de Liu Kuo Chuan de la Dinastía Song (960-1279 D.C.), porque debemos ser pragmáticos y no olvidar que el ángel o demonio lo llevamos todos dentro de nosotros.

Es inútil la búsqueda permanente de la felicidad sea donde sea, si no somos capaces de vivir en armonía con nosotros mismos, si permitimos que el fantasma del “amor por la muerte” en contraposición al espíritu del “amor por la vida”, anide dentro de nosotros, dormido, esperando agazapado el momento propicio para despertar. Amar la vida a pesar de sus contrariedades es llevar el ángel, es desterrar definitivamente el demonio dentro de nuestro corazón.

Ya lo dijo Li Kuo hace casi mil años en este poema más actual que nunca en estos momentos y con el que me despido:

“Llegué más allá
de las ciudades fronterizas del Norte
y en el Sur visité
las riberas insalubres del mar.
Mas no hallé en los vastos confines
de la tierra y del cielo
un lugar donde se pueda huir
dejando la tristeza atrás,
mientras ella haga su perverso nido
en nuestro corazón»