Corría 1997. Cuando lo supe sentí profunda tristeza. Un 5 de Septiembre moría la madre Teresa de Calcuta.

La Madre Teresa de Calcuta deja en herencia, además de la congregación de las Misioneras de la Caridad, el ejemplo de una vida entregada por completo a Jesucristo en los pobres.

Su heroica tarea corre el riesgo de hacer de ella una figura más admirada que imitada. Pero la Madre Teresa supo despertar muchos deseos de hacer el bien. Y su mensaje espiritual nos recuerda que también en la vida ordinaria es posible servir a los necesitados que tenemos cerca, tanto en Calcuta como en París o mi querida Buenos Aires.

Ahora que ha muerto la fundadora, algunos se preguntan si su congregación continuará trabajando con tanto tesón. La propia Madre Teresa no lo dudaba: «Estoy firmemente convencida de que cuando yo me vaya, si Dios encuentra a una persona más ignorante e inútil que yo, llevará a cabo cosas mayores por su medio, porque quien las hace es Él».

Teresa de Calcuta estaba convencida de que Dios no pretendía de ella el éxito. «Dios sólo exige que le sea fiel. A los ojos de Dios no son los resultados lo que cuenta. Lo importante para él es la fidelidad». Y también decía: «Yo soy un lápiz en las manos de Dios. Un trozo de lápiz con el cual Él escribe lo que quiere».

El trabajo de las Misioneras de la Caridad ha llegado a los cinco continentes y ha servido para cambiar el modo de tratar a los pobres: «Antes mucha gente hablaba sobre los pobres, pero ahora cada vez más gente está hablando con los pobres. Esta es la gran diferencia. (…) Los pobres deben sentirse queridos y aceptados. Son Jesús para mí. Creo en esto más que en hacer grandes cosas para ellos», declaraba a la revista Time (4-XII-89).

Más que dinero, la Madre Teresa pedía a la gente que diera lo que más cuesta: nuestro tiempo, la propia vida. «Prefiero que la gente nos eche una mano en el servicio a los necesitados y les ofrezca su amor concreto, empezando por los pobres de sus hogares y familias: por los que tienen más cerca»

A los padres les animaba a educar a sus hijos en la sobriedad: «Los jóvenes de hoy, como los de cualquier tiempo, son generosos y buenos. Pero no debemos engañarlos estimulándoles a consumir diversiones. La única manera de que sean felices es ofrecerles la ocasión de hacer el bien»

Ella predicaba «Difunde el amor donde quiera que vayas. No dejes que nadie se aleje de ti sin ser un poco más feliz»… tu vida, entrañable Madre Teresa de Calcuta, fue pura praxis de tu palabra. Un vida plena de Amor.