Sin dudas, el tiempo es el bien más escaso… y, paradójicamente, también el más malgastado… así lo afirmaba Lucio Anneo.
En este sucinto pero contundente texto, escrito hacia el año 49 después de Cristo y dirigido a su suegro Paulino, Séneca afirma que «No es que tengamos poco tiempo para vivir, sino que desperdiciamos mucho».
¿Vivimos o simplemente existimos?… ¿Estamos aprovechando nuestra vida o la estamos dejando escapar entre ocupaciones, pantallas y promesas de un futuro que nunca llega?… estas son las preguntas que Séneca nos plantea … y lo más inquietante es que, casi dos milenios después, sus preguntas siguen siendo igual de incómodas, como lo eran cuando fueron planteadas.
¿Quién fue el célebre Séneca?… fue un filósofo, dramaturgo y político romano que vivió durante el turbulento periodo del Imperio del extravagante Nerón, del que llegó a ser tutor y consejero… a pesar de su cercanía al poder de aquella Roma, llevó una vida marcada por la reflexión sobre la ética, la virtud y los límites de la existencia humana.
En «De Brevitate Vitae», no elabora un tratado abstracto, sino una carta moral, escrita en tono directo y provocador, con la intención de despertar a su lector de una especie de sopor vital… el texto no es una reflexión sobre la muerte, sino una guía sobre cómo vivir, de forma verdaderamente plena.
La idea central es que la vida no es en sí misma corta, sino que la hacemos así… somos los seres humanos los que la acortamos al malgastarla en lo trivial… si nos centramos en una vida llena de lujos y de negligencias, sin consagrarnos a ningún objetivo honesto, entonces es cuando la vida pasa sin que te des cuenta, según el célebre filósofo.
Somos nosotros mismos los que nos robamos años de vida, de ahí que la sabia pluma de Séneca nos acuse de actuar como si fuéramos inmortales en nuestros deseos, pero mortales en nuestros miedos… aplazamos lo importante, ignoramos nuestra fragilidad y vivimos como si tuviéramos reservas infinitas de tiempo… pero no es así, es una realidad incontestable. Nuestra esperanza de vida ha aumentado considerablemente desde el último siglo, pero de ahí a la eternidad hay un vacío considerable.
Hay tres trampas que su pluma nos advierte… aplazar constante las cosas para «más adelante»… «Ya disfrutaré o viajaré cuando me jubile…», «cuando tenga más dinero tendré hijos…»… sin embargo, nadie nos garantiza que ese “más adelante” llegue… Estamos siempre ocupados, pero no activos… hacemos listas, tachamos tareas, pero … ¿para qué?… según Séneca estamos tan preocupados por estar siempre haciendo cosas, que se nos olvida lo más importante: vivir!!!.
Otra de las trampas en las que solemos caer, según su visión, es el deseo de reconocimiento y de bienes materiales… ambicionamos títulos, fama, poder, riqueza, pero esos logros, no llenan el alma ni detienen el paso del tiempo… peor aún!, nos esclavizan, nos pasamos la vida trabajando por cosas que, una vez obtenidas, no nos dejan tiempo para disfrutarlas.
Frente a todo esto, el escritor más prolífico del estoicismo, propone una vida con intención, que esté guiada por la filosofía… no se trata de retirarse del mundo, sino de aprender a usar el tiempo como un recurso finito y tremendamente valioso… todo se basa en tener más conciencia de nosotros mismos, ordenar nuestras prioridades y vivir el presente con pasión.
Aunque Séneca vivió en una época muy distinta a loco mundo actual, sus consejos tienen una vigencia sorprendente… en la era de las mil y una notificaciones, los calendarios saturados de actividades, eventos y los algoritmos que nos roban la atención para permanecer cada vez más tiempo dentro de las redes sociales, su llamada a reclamar nuestra vida, es una enseñanza con más valor del que pensamos.
Podemos entonces aplicar una serie de prácticas inspiradas en sus ideas, como planificar cada día como si fuera importante para evitar la inercia de la vida… otra puede ser decir que no, cuando sea necesario… dedicar tiempo a leer y reflexionar… que tus acciones transiten por tus valores y recordar siempre que no se trata de que tengamos poco tiempo, sino que no debemos malgastarlo.
Para terminar se impone la pregunta de Séneca, como ¿Cuánto de tu tiempo es realmente tuyo?.
